Nací en el inicio de la era de la espontaneidad, aunque - parece ilusorio – tomé conciencia de ello apenas hará unos días, o años p´al caso es lo mismo.
En ese tiempo comenzó a gestarse hasta llegar a nuestros días, donde no se tolera ninguna imposición. Se huele en el aire la repugnancia instintiva contra todo lo que signifique autoridad o paternidad.
Hace ya un tiempo que corre un mito que domina los ambientes sociales y que es aceptado como verdad absoluta: la madurez de la humanidad, y, por consiguiente la madurez del individuo.
Hay ciertos axiomas evidentes y comunes: el que se siente adulto no lo proclama. El que publica a los cuatro vientos su categoría adulta es señal de que no la tiene. El recuperado no lo anda diciendo, el que no lo está, lo divulga. El que vive con madurez no necesita anunciarlo. Un hombre maduro nunca se siente tratado como un niño. Si uno se siente tratado como un niño, es señal de que efectivamente es infantil.
Trabajar? Cuando tenga ganas…¿estudiar? Cuando tenga ganas… ¿orar? Cuando tenga ganas…¿servir? Cuando tenga ganas. ¿Es eso espontaneidad? No, es una anarquía infantil en nombre de la madurez adulta.
Aquello de que el hombre ha llegado a la madurez es un mito sin consistencia. Basta mirar un poco dentro de mí – para no embarrarlos a ustedes - y otro poco fuera de mi y comprobaré en todas partes la inconsistencia y la incapacidad para sostener en pie los compromisos asumidos; comprobaremos también que, muchas veces la palabra es escritura en el agua.
He conocido personas comprometidísimas con su grupo, son un portento de eficacia y organización; capaces de llevar adelante con crecimiento sus agrupaciones y comités complejos. Allá en eso, han sido sumamente adultos: había orden, puntualidad, responsabilidad. Estas mismas personas, sin embargo, según han confesado ellas mismas, son pura irresponsabilidad en sus compromisos espirituales. ¿Quién entiende esta dicotomía?
Otras formas de ser espontáneo: Una la del cabrón que se cree muy “franco”, que en todo momento expresa lo que le viene a la boca sin pensar que lo que dice, si puede o no herir a los demás. Ese es el bocazas. Su repertorio de tonterías suele ser el exponente de su falta de talento y el histrionismo su compañero de fatigas. La bravuconería es aplaudida por los mismos que ostentan su propia condición, pero nunca espero de ellos nada de nada. Sólo están centrados en sí mismos.
Otro modo corresponde a las personas que expresan su pensamiento libremente, pero con las suficientes matizaciones para mantener una buena relación. Son espíritus libres que no se dejan llevar por el prejuicio, ni por el aplauso fácil. Suelen tener sus propias convicciones y saben escuchar a los demás y razonar sus puntos de vista. Son honestos y su pensar suele coincidir con su actuar.
Ser espontáneo significa hacer algo de forma voluntaria; se puede mejorar, sin embargo, no es algo que se practica, sino, que se da naturalmente. Aquella sensación que me hace en ocasiones ser diferente, ser visceral y poner corazón y coraje a cada uno de mis pasos. Acreedora de grandes éxitos y grandes fracasos, pero aún así natural e interesante como la que más.
Nadie escapa a la espontaneidad, pues todos lo hemos sido e incluso hemos deseado serlo a menudo. Considerada en muchas ocasiones como una enorme y bellísima cualidad del ser humano, nos permite sonreír de la manera más sincera, regalar abrazos y besos poco masticados y que sin embargo saben mucho mejor, decir un te quiero o incluso agarrar una mano a tiempo ¡a tiempo!, antes, no después…
Aunque a veces mi condición de ser humano me haga errar y me convierte en alguien "menos humano".
Con la espontaneidad también se insulta, se pega, se agrede, se escupe e incluso se puede apretar un gatillo aunque sea imaginario si es muy grande la cobardía…
Solo yo tengo la llave de mi camino y sabré cual elegir.
La espontaneidad es un regalo que en mi caso, a medida que los años pasan, es más agradable de dar y recibir. No es dulce en todas las ocasiones; alguna vez me ha dejado un gusto amargo, pero es agradable sentir que algo auténtico me ha llegado. Es más fácil encontrarla en los niños, por eso nos arrancan tantas sonrisas ó también, porque no, algunas lágrimas. Con sus miradas, sus preguntas, su cariño, sus palabras… nos regalan tanta confianza que nos hacen sentir seguros en su mundo y dichosos por formar parte de él.
Todos los que en este momento somos adultos fuimos niños, con el tiempo hemos ido aprendiendo a defendernos, a protegernos y a ser menos espontáneos. Creemos que así garantizamos nuestra paz con el mundo exterior. El ser espontáneo es arriesgado, pero merece la pena serlo. Sólo demostrando quien soy podré atraer a las personas ó cosas que me complementen y que me aceptarán buenos momentos. Llevé años sin practicar, pero he podido empezar por pequeñas cosas, como por ejemplo: ser el primero en saludar, en tender la mano, en sonreír. Si de verdad lo siento ¿para qué esperar?. Son sentimientos que transformados en detalles, fuera de mi me aportarán mucho más que manteniéndolos dentro.
Yo creo que siempre saldré ganado, aunque necesitemos tiempo para asimilar que muchas veces gano perdiendo. Me he dado cuenta que si me preocupa tanto cómo debo actuar, dejo de ser yo mismo.
Espontaneo: Natural. Voluntario. Sencillo. Franco. Abierto. Desenvuelto. Que se hace de forma voluntaria. Que se produce por sí solo, sin agentes externos que lo provoquen. Que actúa con naturalidad, sinceramente. Que es natural y sincero en el comportamiento o en el modo de pensar. Se aplica a la persona que se comporta o habla dejándose llevar por sus impulsos naturales y sin reprimirse por consideraciones dictadas por la razón. Voluntariamente, por sí solo, sin ser obligado