Solo
Esta es la breve historia de una pobre carrera. Cuando llegué
a Alcohólicos Anónimos supe con seguridad que todo había fallado. Me acompañaba
el sentimiento de culpa, de remordimiento, y cruda moral.
Mi tiempo de gozar los tragos fue muy corto, muy pronto en mi
carrera bebedora sufrí los estragos del alcoholismo, y sé muy bien que no
importa cuanto tiempo estuve bebiendo para ser alcohólico. Las lagunas
mentales, la vergüenza y la culpa me acompañaron siempre durante mi etapa de
alcoholismo activo.
El miedo a todo y a nada; a la gente, a las sombras, a los
delirios. En pocas palabras, mi carrera fue breve pero intensa. Promesas a la
familia, juramentos en la iglesia y las amenazas de otros, no lograron que me
detuviera.
Hasta que un día me encontré solo. Desperté por la madrugada,
rodeado de botellas vacías, cenizas, vidrios rotos y soledad. Mi familia, mi
esposa y mis hijos se habían ido llevándose con ellos sus pertenencias.
La sensación de derrota, tristeza y rabia, pero, sobre todo,
de miedo, hicieron que buscara ayuda y la encontré en un grupo de AA.
Allí pude ver mi propia rebeldía reflejada en la rebeldía de
otros. Puedo decir con toda certeza que desde el primer momento me he sentido
parte de esta comunidad, aquí he aprendido a conocer de mi y de mi alcoholismo.
Me di cuenta de que nunca fui honesto conmigo mismo y lógicamente nunca fui
honesto con nadie más. Aprendí que, a pesar del dolor de tener que dejar algo
que tanto me agradaba, el alcohol, hoy puedo ver las cosas diferentes.
Yo que nunca hubiese podido detenerme por voluntad propia, sé
que, a través de esa derrota, ahora soy vencedor. AA me a enseñado a aceptarme
como soy, y ser realmente como quiero ser.
No pasó nada terrible. Empecé a sentirme bien sin beber y
comprendí que la elección era enteramente mía.
Ahora comprendo que AA no es solamente acerca de dejar de beber,
es una nueva forma de vivir que nos permite un acercamiento con la vida y con
dios. En mi caso, hoy tengo nuevos horizontes y empecé a vivir de verdad.
Anónimo.