Tocar fondo
¿Sabes cuál es la mejor manera de salir a la superficie si has perdido pie? Nadar un poco más hacia abajo, pisar firme, y, tocando fondo, impulsarse desde allí para salir. Por sobrevivencia, por instinto, sabemos cómo hacerlo.
Pero no es sólo pisar fondo: es no olvidar el impulso, el vigor para re-impulsarse hacia arriba. Claro: no alcanza con tocar fondo, sino que es indispensable ¡dar vida al impulso de volver a salir a flote! Y eso instintivo, en el agua, y en la vida.
En el tocar fondo de la vida, el secreto es
no mentirse. Admitir la tristeza, la derrota; que hemos dañado a otros (ya sin justificarnos), que hemos sido dañados (ya sin justificar). El pasado exigirá ser revisado. Y si la revisión es honesta, habrá tristeza. Una tristeza honesta también: por la renuncia a lo ilusorio. Por la aceptación de la ley de la impermanencia: nada se queda quieto en esta realidad, nada es fijo, todo pasa, nada permanece, perdemos lo querido, se deshace lo construido, como el hielo al sol. Vemos que nos hemos equivocado, que nos quedamos ahí de donde debíamos irnos, que elegimos lo torcido en vez de lo derecho, que hemos permitido que nos injurien o hemos injuriado... Nos enojaremos con nosotros mismos, con los demás, con la vida misma... Y está bien que así sea: es parte de un proceso humano, tremendamente humano. Y no es verdad que "errar es humano, perdonar es divino". Perdonar y perdonarse también es humano. Sólo que requiere de un extraordinario proceso, en el que, inevitablemente, tenemos que tocar fondo, para auto-impulsarnos a salir a flote. Pero ya no seremos los mismos. Por suerte.
Si dejamos que el proceso suceda, desde el fondo, habituados a la oscuridad, es posible que poco a poco atisbemos la superficie luminosa. El requisito es, desde ese fondo, mirar insistentemente hacia arriba. Hasta volver a ver. Porque en el fondo nos volvemos transitoriamente ciegos.
Pero de pronto un suspiro de vida puede querer entrar a nuestros pulmones, para ser aspirado por nosotros. Y nos concientize no sólo de nuestra vida, sino también del dolor de los demás. Entonces nos damos cuenta de que no estamos solos, sino inscritos en el dolor universal, simplemente. Por ser humanos. El ajeno, el propio, el de todos. Y vamos aceptando asumir nuestra cuota. Nos disponemos entonces a pegar el salto y respirar hondo, hondo, hondo... Y en ese re-flotar, arremangarnos los brazos, a acompañar a otros, a dejarnos acompañar. A estar de nuevo vivos. Rotos y zurcidos. Quebrados y soldados. Derruidos y reciclados. Habiendo derrotado a la derrota. No hay otra victoria necesaria.
FONDO ESPIRITUAL
De
Oreste he aprendido que cada persona tiene un fondo con extraño parecido aunque mucho difieran entre sí.
En Cuarto y Quinto entendí que existe el tocar fondo no solo en el alcoholismo sino en cualquier área de nuestra vida; casos de personas quienes tuvieron alguna pérdida súbita de un ser querido, otras de repente perdieron propiedades o dinero; también algunas se percataron que habían descendido demasiado bajo a un precio muy costoso en dignidad, tiempo, gasto de valiosos recursos etc.
El caso mío fue un fondo más espiritual que físico. Pues tenía una buena esposa, ganaba buen sueldo, tenía un trabajo de donde obtenía todo lo que necesitaba económicamente, era la “estrella del equipo”, tenia juventud, tenía todo lo necesario para vivir bien, pero no era así ; Me sentía sucio internamente, vacío, con una tristeza infinita, angustia y dolor inexplicable, viviendo la “experiencia del sinsentido”, sin trascendencia, sin valor; equivocadamente priorizando dejar de fumar sin parar de beber porque en medio de mi trastorno mental creía que las grandes resacas se debían a los efectos secundarios del cigarrillo y de ninguna manera del alcohol.
Dentro de este confuso panorama en la primera reunión solamente una idea había fija en mi mente. . . . Recuperar a mi esposa y a mis hijos.
Desde esa noche de un seis de abril hasta el día de hoy, nunca más volví a necesitar un trago de ningún veneno alcohólico.
¿Qué si existen los milagros? Yo soy uno de ellos