A casi nadie de los que se consideren futboleros les sonará este nombre y menos conocerán su verdadera historia: El Chóforo. Nació en Zacatecas y desde muy pequeño sintió una pasión impresionante por el futbol.
Su debut soñado como futbolista en un equipo oficial fue a la edad de 14 años, en el Independiente, equipo de la empresa Sosa Texcoco S.A. y patrocinado por la misma, comandado por “El Chupetes”, (a) Ranulfo Fuentes Pazaránlasnalgas. Jugaba los sábados por la tarde en la Liga Industrial, conformada por equipos de las diferentes empresas de la región de los pueblos de Ecatepec. Tal debut no pudo ser más exitoso, ya que el sr. Ranulfo lo fue llevando poco a poco, a tal grado que en sus primeros partidos entraba sólo para recibir el silbatazo final. Pero un día no muy lejano a su debut el entrenador lo metió en el segundo tiempo… y de ahí pa’l real. Ya jamás perdería la titularidad, aunque jugara con unos zapatos que no le quedaban y hasta le sacaban sangre y en una liga estilo libre, donde los jugadores eran en su gran mayoría adultos.
Dicho sea de paso y a semejanza de miles de muchachos, ahí también inició su carrera de bebedor ya que, como debe ser, acabando el juego había que trasladarse a la tiendita de Don Cruz a celebrar.
Casi a la par en el tiempo fue fundado un club religiososocialpaganodeportivo llamado Club Metamorfosis, con sede en un cuarto del patio de “el mamucas Ontiveros” que no quería perder de vista a sus hijas y prefirió tenerlas ahí, con los gandules de sus amigos… ahí se inició el verdadero equipo de sus amores, llamado por mal nombre El Malaga R.C. (después tuvo otros – equipos, no amores ─ pero el bienamado siempre fue ése).
A diferencia del Independiente, con el que jugaba los sábados por la tarde y donde alternaba con puro señor borracho, mañoso y hachero, en el Málaga jugaba los domingos por las mañanas en la liga, también libre, de Tulpetlac y eran pubertos de su edad, puro joven - del club de la chaqueta perpetua - en la edad del "quién soy, de donde vengo y a donde voy” y los cuales también tenían su lugar favorito para celebrar después del juego: la tiendita La Lupita (qué nombre tan raro), donde las cervezas tamaño caguama eran la especialidad.
Pocos meses antes de cumplir los quince años de edad ingresó a trabajar a la factoría más importante del rumbo: Sosa Texcoco S.A., lugar que le abrió las puertas del conocimiento del bien y del mal… ahí también había liga interior de futbol y ¡por supuesto! inmediatamente se adhirió al equipo de su taller “Combustión Interna”. Ellos jugaban también los sábados pero por las mañanas, la competencia también era para todas las edades y obviamente tenían su lugar para celebrar: la tiendita El Pocito que en realidad era una cervecería disfrazada (solía contar una anécdota: paradójicamente la primera vez que fue a “jurar” lo hizo también en El Pocito, pero el de la Basílica de Guadalupe).
Total, que concretando y por inverosímil que parezca, nuestro choforín (parece nombre de payaso) tuvo su despertar al futbol, al alcohol y a otras yerbas, jugando los sábados por la mañana, por la tarde y los domingos por la mañana.
Dueño de una falta de técnica y virtuosismo como la que poseen los grandes astros, supo compensarlo, desde el mismísimo comienzo, con una voluntad férrea para romperse el alma (y la madre) dentro del campo, lo que le valió el reconocimiento de propios y extraños. Hizo de cualquier posición entre la media cancha y la delantera su lugar habitual, nunca le gustó jugar de defensa y mucho menos de portero. A pesar de su evidente carencia de dotes técnicas se convirtió en un jugador amado por sus compañeros y hasta por algunos de los contrincantes…siempre decía “en cuanto silba el árbitro todo lo que no sea el campo de juego desaparece para mi, sólo recobro la conciencia cuando se pita el final…”
Conforme fue siendo conocido y reconocido en las colonias o barrios, también comenzaron las propuestas para irse a otros equipos. El único equipo al que le guardó fidelidad fue al Independiente, hasta que éste desapareció algunos años después junto con la Liga Industrial (en la época en que comenzó en esa zona la problemática para las fábricas).
Años después, a petición de su amigo El Vitolo, mudose a jugar al Morelos Ecatepec, conjunto de San Cristóbal, que era el equipo del pueblo… Ecatepec tenía una infinidad de equipos, pero el más querido y el que contaba con una afición de primera calidad era éste. El Chóforo encajó inmediatamente en el equipo, en su filosofía, en su idiosincrasia, en el amor por la pelota y por su afición, por la cual fue adoptado inmediatamente hasta ser el hijo consentido… y ¡claro! acabando el juego… ¡también se adaptó al festejo…! (La familia después...)
Solía decir “el hecho de que conozca buena parte de la geografia del Edomex – y aún de otros lugares - no se debe al colegio, sino a los partidos fuera de casa con “el Morelos”. Sin duda fue el equipo más grande en el que militó. Aunque tiempo después regresó al Málaga ya no fue lo mismo… algunos compañeros suyos se habían resentido con él por haberse ido al Morelos. (dondequiera existen los resentidos).
En la Factoría también se mudo de equipo; del Combustión (al cual también quiso mucho) se dirigió al trabuco llamado Necaxa… pero entonces la competencia dejo de existir, puesto que los demás equipos eran más débiles comparados con ellos – ya desde entonces existía eso - .
El gusto y la complacencia del Chóforo por el futbol fue muy grande, sólo equiparable a su afición al alcohol y a la chaque soledad interior. Decía también: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al futbol”.
A pesar de su estatura – o gracias a ella – (1.64 mts.) siempre fue muy eficaz dentro del campo de juego. Goleador en todos los equipos en los que militó, incluso siendo mediocampista. Reconocido con el trofeo al mejor jugador de la temporada (aún no había balón de oro en el llano, ¡ja!). Como marcador fue magnífico y muchas ocasiones hizo chillar al respetable con sus jugadas. Su gran velocidad y reflejos lo distinguieron siempre, ganándose la confianza de todos los entrenadores que alguna vez tuvo, menos la del famoso Sheriff Lobo (entrenador contratado por la empresa), que no lo llevó al profesionalismo como a algunos de sus compañeros, porque “siempre andaba pedo” ¡ja!
Dueño de una voluntad a toda prueba y espíritu de sacrificio siempre se entregó en las canchas. Cuando veia a sus compañeros agotados o desganados su frase favorita era "¡demos el segundo esfuerzo!"... o ¡¡¡chingue a su madre el que no le eche ganas!!!. Máximas que con los años heredó a los 4 y 5´s
Después de haber dejado al Morelos, al Málaga y al Combustión y de haber terminado su contrato con la compañía (Sosa Texcoco S.A.), regresó como extranjero pernicioso al Combustión sólo para ser retirado por una lesión “definitiva” en la rodilla izquierda. El gran enemigo – o amigo, según se le quiera ver – del futbolista, la lesión, “le cortó las piernas” y lo alejó de las canchas. Años después solía ir a San Cristóbal a jugar con los veteranos en los torneos de los “siete pueblos” pero nunca pudo hacerlo ya a satisfacción, era sólo para mantener el “gusanito” y la pasión que nunca se extingue… hasta que finalmente un desgarre en el musculo femoral del muslo derecho lo retiró - ahora si - definitivamente.
¡Cuántas anécdotas! Vivencias, amigos, recuerdos, reconocimientos, enfrentamientos, corretizas ¡ja!, elogios, rechiflas, trofeos, campeonatos, aplausos, borracheras, raspones, lesiones, amores, violencia, gritos, alegrías, madrizas, desencanto, ilusiones, disgustos, abrazos, encuentros, desencuentros y reencuentros, viajes, lugares, gente, uniformes, desgaste, polvaredas, lluvias torrenciales, fiestas, torneos, vergüenzas, ridículos, autógrafos, imágenes.
Futbol amateur señores ¡el verdadero futbol!
A ver si reconocen al choforo en las viejas… imágenes. Si alguno de ustedes se encuentra en las fotografías haga favor de etiquetarse (no se escondan).
Han pasado los años, y a la larga he terminado por asumir mi identidad: yo no soy más que un mendigo del buen fútbol. Voy por el mundo sombrero en mano, y en los estadios suplico: una linda jugadita, por amor de Dios. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece. (GALEANO)
No hay comentarios:
Publicar un comentario