No es carencia de religión, higiene ni moral, lo que padece el alcohólico, es una perversa enfermedad que lo hace aparecer como mal ciudadano, mal marido, mal hijo, mal padre o mala madre, mal amigo etc. Enfermedad tan progresiva incurable y mortal como la que mas, inimaginablemente engañosa y traicionera. Sin embargo es inevitable reconocer las grandes bondades de la oración y la meditación dentro del proceso de recuperación del alcohólico, las cuales se pueden perfectamente practicar con religión o sin ella; también hay necesidad de reconocer que la recuperación es mas factible cuando el individuo profesa alguna religión, no obstante Dios o sea el mismo Poder Superior junto con el programa, son tan generosamente benevolentes que hasta en seres humanos sin religión como quien aquí, con gran amor les escribe, les es permitido ampliamente el camino de la recuperación.
Oreste B.
sábado, 30 de mayo de 2009
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