Te has ido…hiciste lo debido. Apaciblemente, sin ruido, sin adiós, sin movimiento, como se va la sombra, como se nubla el cielo, con ese despertar a otro mañana que inicia nueva vida desde cero.
Era tu hora, casi anticipada por la gradual fragilidad del cuerpo. No dijiste adiós, sólo pediste la mano del creador.
El recuerdo de la primera vez que te vi navega entre mis sienes; diez de mayo por la madrugada, las mañanitas otorgadas por los amigos que parrandeábamos entre predios, ladridos de perros y madres con aparente sorpresa pero esperando perfumadas recibir sus felicitaciones. Parada en el portal del hogar recibiendo abrazos - y pisotones con lodo - pero llenos de esperanza y alegría.
Iniciaste temprano, siempre temprano, desde que te recuerdo… desde las seis de la mañana y este fue tu último relevo. Tantas veces lo hiciste; bajo las frías lluvias del invierno, enfundada en el áspero rebozo, regateando charcos, cuando el pueblo aún dormía.
Pero hoy no vas a trabajar, Doña Altos…hoy no te has despertado de tu sueño, hoy te ha tomado de la mano el ocio y te reclina en su descanso eterno.
Ese afán de servicio, esa necesidad de esfuerzo te quedan ya tan distantes que no los oyes; los escuchaste, cuantos años?, y ahora se han apagado lenta, lentamente, terminando en minúsculo recuerdo que no te seguirá. Vas a otra zona sin agobios, sin mugre, sin estrépito, lugar de placidez evidente, como si un ventanal se hubiera abierto sobre un jardín de mundos infinitos, para que lo contemples en silencio, como desde tu casa o la de tu hijo observabas las hierbas de tu huerto, en abandono ya, sin tus cuidados,..
Tan frágil la estructura de tu cuerpo; y más allá las ásperas aristas del reniego o la alegría diarias, cuyo templo fue la lectura consuetudinaria y placentera desde el ¨calabozo¨ de tu cuarto, o por la ventana de la otra casa y hasta el azul del cielo.
¿Qué avistaban tus ojos diminutos, débiles y cansados, qué hervidero de impresiones lejanas emergían de nuevo, tú de pie incapaz de borrar tragedia y miedo?
Creo que no existió en ti la juventud, los años de la risa, el amor y los paseos, te vieron, y miraron a otro lado, evitando el encuentro, casi como si hubieras dado un salto de adolescente a mayor. Era una vida de miseria entonces, huérfanos muchos, muchos más hambrientos, pero muy pocos frente a seis bocas como tú se vieron. La escasez, que separa y desmantela, fue el círculo de acero, el adhesivo que mantuvo unida a tu pequeña tribu en torno al fuego.
Nunca fue necesario buscarte pues siempre estabas ahí. Mujer de lucha que te has ido, cumpliste una misión y te recuerdo. El tiempo todo lo da y todo lo quita... No hay un elemento, un color ni una relación que no tenga tu significado.
Gracias por esta aventura que ha sido vivir contigo, nosotros todos y Tú.
Todo cambia, pero nada perece. Uno solo es inmutable, eterno y dura para siempre...
No hay comentarios:
Publicar un comentario