jueves, 18 de junio de 2009

ACCION Y PACIENCIA

Al igual que muchos A.A., nunca disfruté el lujo de una gran experiencia espiritual consciente, y me sentí un poco discriminado. Pero "tenemos un programa mejor de lo que creemos", tal como lo dijo Bill, nuestro co-fundador. Llegué a creer por medio del programa, aunque me he dado cuenta del proceso solo en retrospectiva.

Comencé con un punto de vista optimista de la vida, idealizado, sostenido por una fe y una fuerte convicción religiosa. En alguna parte del camino me convertí en la víctima de la "enfermedad mortal" alienado, ansioso, solitario. Me encontré a la mitad de un viaje hacia la obscuridad, separado de Dios de la demás gente y de mi propio ser. Lamenté muchas cosas que sucedieron en ese viaje, pero ya no me lamento de que hayan sucedido. Algunos de nosotros estamos más cegados que otros por nuestro orgullo y terquedad, y eso tiene que ser destruido para poder ver.

Tuve que darme cuenta de que yo no tenía poder para ayudarme a mí mismo. Llegó el día por la Gracia de Dios, en que tuve ese "momento de la verdad", aunque entonces lo experimenté más como un hundimiento dentro de una mayor oscuridad, que como el "salto hacia la fe" que en última instancia probó ser; más como una derrota humillante, que como la experiencia transformante de mi vida.

Con vergüenza y desesperación fui a mi primera reunión de A.A. Por algún milagro menos, fui capaz de reprimir mi propia opinión, análisis, enjuiciamiento y afán de crítica y en lugar de todo esto ponerme a escuchar. Oí decir a alguien que A.A. funciona para aquellos que trabajan para lograrlo, aquellos que ponen acción en el programa. Para mí la acción en ese tiempo consistía simplemente en hacerme presente en las reuniones de A.A. y seguir las sugerencias que oía. Escuché que debía olvidarme del ayer y del mañana, en su lugar concentrarme en el hoy y especialmente en permanecer alejado del primer trago hoy, ahora mismo. Lo intenté y funcionó. El primer paso en este proceso de "llegar a creer" había sido dado.

Oí que la acción debía estar respaldada por la paciencia; que con el tiempo por ejemplo, podría dormir sin el efecto sedante del alcohol. Cada noche después de la reunión de A.A. me rodeaba de libros y revistas y ginger ale y me sentaba frente al televisor, preparado para permanecer despierto toda la noche. Esa fue también acción para mí en ese tiempo, siguiendo las instrucciones que me dieron. Estaba preparado para esperar a que llegara el sueño. No tuve que esperar mucho; por primera vez, en mi vida que yo recuerde, me dormí en un sillón delante del televisor, ay así llegué a creer un poquito más.

Oí que no podemos conservar lo que se nos dio a menos lo demos. Entonces encontré una mujer - con menos tiempo que yo en A.A. - y compartí con ella lo que ustedes habían compartido conmigo. Viéndolo en retrospectiva, dudo que yo la haya ayudado mucho, pero me ayudé a mi mismo más allá de toda medida. Permanecí sobrio día tras día, mediante el compartí con ella de mi experiencia, fortaleza y esperanza, por medio de poner acción en el programa de A.A. mientras que, al mismo tiempo la cuidaba, sin forzar mi acción sobre ella.

En esta forma la paciencia sostenía a la acción, aunque en ese tiempo ya no le llamaba paciencia; este palabra no formaba parte de mi vocabulario emocional.

Con el correr del tiempo, mi vida llego a estar totalmente involucrada en la acción en A.A., tuve la experiencia del Poder de Dios para perdonar y mediante la Gracia, fui capaz de responder con una gratitud que está más allá de la expresión verbal. La Gracia de Dios ha derrotado a la muerte que estaba dentro de mí y en su lugar me ha hecho miembro de la "sociedad de la segunda oportunidad". Si esta gracia me hubiera sido dada, tomando en cuenta mi rectitud u obediencia, o bondad o sacrificio, como actos de la voluntad, nunca me hubiera llegado, porque yo no he tenido ninguna de estas cosas.

Fue un favor inmerecido otorgado a un candidato tan indigno. Esta Gracia que vence a la muerte, por medio del perdón, es la que me ha liberado para considerarme a mí y a ustedes como aceptables, porque Dios nos acepta como lo que somos; criaturas imperfectas. Y sí, como le pido, debo continuar creciendo en la Gracia, será por medio del amor y el servicio a esta Comunidad y del Poder Mayor que yo mismo, al cual llamo Dios.

New York, New York.



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