Durante unos años recientes de mi vida estuve compartiendo muy de cerca con personas que dicen haber vivido una experiencia espiritual.
No me queda la menor duda de que entre ellos sucede lo que en todos los grupos humanos: unos dicen la verdad, otros un tramo de la verdad y otros nada tienen de verdad.
Quizá estoy proponiendo una posible distinción entre las alucinaciones, las experiencias emocionales y las genuinas imágenes interiores de una verdadera experiencia transformadora.
Dudo que nadie haya podido definir autoritariamente lo que es una alucinación. No obstante es cierto que todos los que han tenido una experiencia de este tipo se declaran a favor de su realidad.
Aún asi, la prueba mas contundente de esta realidad se ve en sus frutos. Aquellos que reciben estas dádivas de gracia son individuos completamente transformados, casi sin excepción, en gente mejor.
Esto difícilmente se puede decir de los que alucinan o de los que solo encuentran un desahogo emocional.
Cito unas palabras de Bill W. en las que me identifico:
Algunos pueden considerarme como presumido cuando digo que mi propia experiencia es real. No obstante, puedo decir con toda seguridad que en mi propia vida, así como en las de incontables otras personas, los frutos de esta experiencia han sido reales, y los beneficios fuera de todo cálculo.
CHARLA, 1960
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