viernes, 29 de enero de 2010

Historia frente a la cámara

Cuando yo tenía ocho años, encontré el Río Perdido. Nadie sabía dónde estaba, nadie en mi condado podía decirme cómo llegar, pero todos hablaban de él. Cuando llegué por primera vez al Río Perdido, me di cuenta rápidamente que estaba allí. Uno se da cuenta cuando llega. ¡Era el lugar más hermoso que jamás vi, había árboles que caían sobre el río y algunos peces enormes navegando en las aguas transparentes! Así que me saqué la ropa y me tiré al río y nadé entre los peces y sentí el brillo del sol en el agua, y sentí que estaba en el paraíso. Después de pasar toda la tarde ahí, me fui marcando el camino hasta llegar a mi casa y allí le dije a mi padre:

- Papá, encontré el Río Perdido.

Mi papá me miro y rápidamente se dio cuenta de que no le mentía. Entonces me acarició la cabeza y me dijo: - Yo tenía más o menos tu edad cuando lo vi por primera vez. Nunca pude volver. Y yo le dije: - No, no… Pero yo marqué el camino, dejé huellas y corté ramas, así que podremos volver juntos.

Al día siguiente, cuando quise volver, no pude encontrar las marcas que había hecho, y el río se volvió perdido también para mí. Entonces me quedó el recuerdo y la sensación de que tenía que buscarlo una vez más. Dos años después, una tarde de otoño, fuimos a la dirección de guardaparques del condado porque mi papá necesitaba trabajo.

Bajamos a un sótano, y mientras papá esperaba en una fila para ser entrevistado, vi que en una pared había un mapa enorme que reproducía cada lugar del condado: cada montaña, cada río, cada accidente geográfico estaba ahí. Así que me acerqué con mis hermanos, que eran menores, para tratar de encontrar el Río Perdido y mostrárselo a ellos. Buscamos y buscamos pero sin éxito. Entonces se acercó un guardaparque grandote, con bigotes, que me dijo: - ¿Qué estas buscando hijo? - Buscamos el Río Perdido -dije yo, esperando su ayuda. Pero el hombre respondió:

- No existe ese lugar. - ¿Cómo que no existe? Yo nadé ahí. Entonces él me dijo: - Nadaste en el Río Rojo. Y yo le dije: - Nadé en los dos, y sé la diferencia.

Pero él insistió: - Ese lugar no existe. En eso regresó mi papá, le tiré del pantalón y le dije: - Dile, papá, dile que existe el Río Perdido. Y entonces el señor de uniforme dijo:

- Mira niño, este país depende de que los mapas sean fieles a la realidad. Cualquier cosa que existiera y no estuviera aquí en el mapa del servicio oficial de guardaparques de los Estados Unidos sería una amenaza contra la seguridad del país. Así que si en este mapa dice que el Río Perdido no existe, el Río Perdido no existe. Yo seguí tirando de la manga de mi papá y le dije: - Papá, dile… Mi papá necesitaba el trabajo, así que bajó la cabeza y dijo: - No hijo, él es el experto, si él dice que no existe…

Y ese día aprendí algo: Cuidado con los expertos. Si nadaste en un lugar, si mojaste tu cuerpo en un río, si te bañaste de sol en una orilla, no dejes que los expertos te convenzan de que no existe. Confía más en tus sensaciones que en los expertos, porque los expertos son gente que pocas veces se mojan. Creen saber de un programa que nunca han practicado.



domingo, 24 de enero de 2010

Pasenle...


Se me ocurrió iniciar este blog para darle salida de una forma positiva a todo lo que viene a mi mente, ya sea porque lo he vivido o solamente porque se me ocurre. Para poder compartir lo que he aprendido y lo que vaya aprendiendo. Quizá lo que yo aquí ponga pueda ayudar de rebote alguna forma inverosímil a alguien. No es ni será mi motivación el dar indicaciones de nada a nadie; por lo tanto todo lo que yo escriba es y será únicamente mi responsabilidad. Tal vez haya alguien que me lea y le agrade. Si hay alguien que me lea y no le agrade, pues que le hacemos; si lo desea puede dejarme sus comentarios con la seguridad de que los leeré ávida y respetuosamente, lo único que pido es que los mismos no sean anónimos ya que eso sería contraproducente y me tomaré el atrevimiento de pasarlos por la coladera. Mi deseo inicial fue encontrar veteranos de los grupos y compartir con ellos a través de este medio; curiosamente lo que más he conocido ha sido gente nueva y de mediano tiempo y mucha vivencia. Por lo cual doy la bienvenida a todo aquel que llegue hasta aquí ya que por algo será – no creo en las casualidades - ; y lo invito a leer con una mente abierta y libre de prejuicios.
Por cierto, elegimos este dia tan significativo en la historia de los AA para iniciar el Grupo "El Libro Azul".


jueves, 14 de enero de 2010

EXPERIENCIAS

A partir de hoy - si ustedes me lo permiten - , iniciaremos con una serie de compartimientos a toda madre tomados de mis amigos del Grupo en línea “Doce pasos”; con la autorización de ellos y para todos ustedes aquí esta el primero.

CUANDO HABLO

Nací el 10 de febrero de 1962 en la Ciudad de México, Distrito Federal, poco conocí a mi padre. Cuando cursaba el quinto año de primaria, falleció. Sin embargo, recuerdo que él era un bebedor social, que amaba a mi madre, era cariñoso, respetaba a mis hermanos y a mí. Mi madre al ser modista, trabajaba haciendo ropa y composturas.

Recuerdo que ella me decía que era buen estudiante, nos sacaba a pasear a mi hermano menor y a mí, regularmente. Sin embargo, veía que se inclinaba más por el menor y lo consentía más. Al terminar mi primaria me resentí con ella, pues no me fue a ver bailar en el festival del día de la madre. Sentí culpa (no me daba cuenta que lo hacía por su trabajo), y tristeza. En la secundaria jamás se presentó a firmar mi boleta, pues lo hacía una hermana mayor.

Al terminar la secundaria fui rechazado del siguiente nivel. Sin embargo, después logré ingresar y aquí fue donde inicié a ingerir alcohol y drogas. Me di cuenta que las drogas no eran para mí, pues me daba miedo, temor, frustración e inseguridad y por lo tanto no lo volví a hacer. Con el alcohol era una persona sociable, bailadora y no insultaba a la gente, me encantaba salir a pasear, porque mi madre me daba dinero y además, era hábil para sacarles el dinero a mis hermanos mayores. Esta época llegué a conocer en gran parte de la República Mexicana con mis compañeros de clases, también ingeríamos grandes cantidades de vino y cerveza.

Ingresé a la licenciatura en el año de 1981 y en los tres años siguientes aún me la curaba con refresco. Sin embargo, estuve a punto de fracasar en mi carrera, pues ya tenía sentimientos de culpa, vómitos por la mañana, náuseas, temblores...

Notaba que no se me tomaba como el foco de atracción, que mi madre siempre hablaba de mis cuatro hermanos y de mí, nada. Terminé la carrera y tardé cinco años para poder titularme, pues ingería alcohol casi toda la semana; empezando a tomar con personas de cincuenta a sesenta años.

Dentro de sus pláticas mencionaban: “Anoche no pude dormir, tuve diarrea y estuve en el baño nada más sentado, tenía miedo, escalofríos y sudores”. Me decía a mí mismo: “yo soy ese, pero cómo iba a decirlo”, pues era un joven de veinticinco años de edad. Sin embargo, la enfermedad del alcoholismo ya estaba latente.

El autoengaño superaba mi situación real y con la fuga del alcohol tenía sueños de grandeza, para después sumergirme en la auto-conmiseración. Los juramentos ya no daban resultado, en las fiestas ya no estaba a gusto, no disfrutaba. Comencé a aislarme, a no tomarle sentido a los programas de televisión, y a tener delirios auditivos y visuales; la falta de apetito y de retención de alimentos en mi estómago me orillaba a tener reblandecimiento cerebral.

Las piernas no me sostenían, para Guillermo era la ruina. En una ocasión me paré frente a una imagen que estaba en el oratorio de la casa de mi madre y le hablé de una manera grosera, diciéndole que me echara la mano, que ya no quería sufrir.

Comencé a asistir a los Grupos de AA, pero únicamente como si fuera a tomarme mi cafiaspirina, pues asistía cuando me sentía muy mal y al salir de ahí me sentía bien. No aceptaba mi derrota porque creía que AA era de competencias y se tenía que llegar más reventado.

Al asistir a un lugar para que me dieran una limpia, se me dijo: “Lo que tú necesitas es ir a un Grupo donde tanta gente deja de beber”. Llegué al Grupo base el 26 de febrero de 1994 y hoy no he bebido. Esto no es obra de mi filosofía de la vida, ni al conocimiento de mí mismo, es gracias a un Dios como yo lo entiendo. A partir de entonces disfruto de la lluvia, el sol, la luna, las estrellas y el mar, sintiendo una buena vibra en cada instante de mi vida

.Anónimo.



lunes, 4 de enero de 2010

La proxima colgada...

Hace pocos días y como ocurre muy a menudo, en casa se fue la luz, que raro.

Como yo me entretengo con aparatos que necesitan energía eléctrica pues cuando no hay luz no puedo trabajar.

Inmediatamente hice mi reporte al 071, pasaron las horas y nada, otra llamada, y nada; pasó todo el día y nada. Digo, esto es “normal” que suceda, o sea, que les importes poco. Total, un día sin trabajar…

Al otro día muy temprano, iniciamos mi familia y yo una serie de llamadas con tal de estar checando en qué iba nuestro reporte y nada. Yo, que soy muy tolerante, pues me empecé a encabronar (mi paciencia sólo duró un día). Lo curioso es que el enojo no era tanto porque no me arreglaban la luz, sino porque me di cuenta que varios de los vecinos si tenían en sus domicilios.

Pues me di a la tarea de investigar y ¡oh sorpresa! (¡en serio, no se rían!), me di cuenta que casi todos mis vecinos ¡¡están colgados!! …#$%&/(/%%.... me mataron mi ilusión….

Comencé a checar los postes y sus líneas eléctricas y encontré, con verdadera amargura y desilusión, que es raro el domicilio en donde no hay un pinche cable colgado – estoy escribiendo y me hierve la sangre, y eso que ya estoy recuperado – A mi la compañía de luz me vale madre, pero mis vecinos, carajo…

En serio que aún en estos momentos no lo puedo creer: doña lupe, los ambrices, la Leslie, el ojete del judicial, el hojalatero, el pinche borracho hediondo del pancho, los testigos de jiman, los de la casa de tres pisos, el loco, etc. – todos ellos finísimas personas - ¡¡están colgados de la luz!!... y yo, 32 años viviendo aquí, en esta colonia, no me había dado cuenta; yo siempre pagando religiosamente, como me han enseñado los AA´s.

Con razón a veces los aparatos no quieren jalar o se descomponen, pues los vecinos ojetes se roban la luz y, obviamente, como mi casa es de las últimas, pues ya la caída llega poca, que poca…

Pa´chingarla de acabar, ya en la tarde llegaron unos desconocidos (aguas ehh), ni uniformes, ni logotipo, que venían de la Cia de Luz que iban a checar, ¡y todavía los pinches vecinos se arremolinaron a quejarse con ellos! Pinches farsantes.

Total que esos weyes de la luz vinieron a mi casa, desmontaron un medidor, y como no encontraron ahí la falla, lo depositaron suavemente en el suelo, dijeron “orita venimos”, y todavía los estoy esperando, culeros, ya no regresaron, yo tuve que reinstalarlo, con el pinche miedo que me dan los toques (de luz).

NOTA MENTAL: lo peor de todo es que me dieron ganas de colgar también yo un alambrito; se lo platique al tork y se me quedó viendo feo, y pues mejor no.

Y todavía mis amados compañeros de Grupo me dicen que solo los pendejos sufren en AA.

Ahí les dejo unas fotos que tomé con mi celular – no tuve que alejarme, nomas me paré en la esquina – son fotos de ese día para que no se diga que es mentira.


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